Si bien hay empresas que ofrecen expediciones de avistaje desde embarcaciones, esta ballena es tan amigable y curiosa que puede brindar un imponente despliegue en el lugar menos esperado y de forma gratuita. Por ejemplo, desde el Muelle de la ciudad o desde “El doradillo”, una playa ubicada a 15 kilómetros del centro que, por la fisonomía de sus costas, permite apreciar su cola brillante y sus saltos a muy pocos metros.
Al otro lado de la península se encuentra el Golfo San José, cuyas costas poseen playas para el deleite, rodeadas por gigantescos acantilados y bañadas por aguas cristalinas. Allí se ubica también la isla de los pájaros, que en sus 2,2 hectáreas alberga una gran diversidad de aves. Pero si se sigue recorriendo hasta llegar a la Península de Valdés, se arriba a una de las mayores reservas de fauna marina del mundo, en la que se puede apreciar la sofisticada técnica de ataque de las orcas sobre los lobos marinos, y las peleas y nacimientos de los elefantes marinos del sur, en la única reserva de esta especie en territorio continental.
Hacia el sur, atravesando Rawson en el camino, se encuentra Punta Tombo, un área natural protegida que eligen los pingüinos de Magallanes a fines de agosto para tener su cría. Recorrer el extenso sendero, rodeado de los nidos en los que estos animalitos incuban a sus pichones, es asombroso.
Un poco de historia
Sin embargo, la extraordinaria fauna autóctona, sus fuertes vientos, sus hermosas playas e imponentes acantilados no agotan la riqueza de Puerto Madryn. La historia dejó sus marcas en la idiosincrasi
a de este pueblo cuyos orígenes se remontan a 1536, cuando nacionalistas galeses inician su éxodo, luego de que Gran Bretaña anexara sus tierras. Así, disconformes con la dominación británica, comienzan a buscar un territorio alejado en donde poder desarrollar su cultura. En 1860 conforman una Sociedad de Emigración que, maravillada por los relatos de Fitz Roy, envía a Lewis Jones y a Sir. Love Jones Parry, barón de Madryn, a inspeccionar la patagonia. Los primeros colonos, que arribaron al golfo en la célebre embarcación “Mimosa”, intentaron establecerse allí, pero debido a la aridez de su suelo debieron trasladarse a las costas del río Chubut, fundando las ciudades de Rawson, Trelew (“pueblo de Lewis”, en galés), y Gaiman. La historia relata que el encuentro con los tehuelches que habitaban el territorio fue amistoso y pacífico, basado en el intercambio respetuoso de culturas, habilidades y productos. En rigor, fueron los caciques patagónicos quienes enseñaron a los colonos a sobrevivir en una región desconocida.
Milenios más allá de la reciente inmigración galesa, la estepa patagónica revela su pasado sub-oceánico en los restos fósiles desperdigados por sus tierras: dientes de tiburones y huesos de mamíferos fosilizados son sólo muestras de aquellos vestigios milenarios. Además, la riqueza arqueológica y paleontológica se extiende al testimonio de presencia humana que data de unos 3.200 años, perteneciente a cazadores-recolectores emparentados con los Tehuelches.Esta riqueza hace de Puerto Madryn, más que una ciudad, un refugio de serenidad y un destino ideal para amantes de la naturaleza y la aventura.
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